CARGA DE LA CABALLERÍA PESADA TEMPLARIA

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martes, 2 de octubre de 2018

MBWO. VAMPIRISMO AFRICANO


Cuando preguntamos a un africano subsahariano qué es el “Evú”(mbwo en Fang) normalmente mira hacia abajo y no contesta. Sólo se ríe maliciosamente. Entonces yo les cuento lo que sé del “Evú”. Es algo que se adquiere normalmente en la infancia, de la mano de los abuelos o del brujo. También puede adquirirse en un día cualquiera, por ejemplo paseando por la selva o el bosque. El “Evú” confiere éxito en la vida. Son personas que conviven con el éxito social. El “Evú” se recarga durante la noche. La noche es, para ellos, una gran sensación de libertad: pueden volar, transformarse, aparecer, desaparecer. Las personas con “Evú” tienen una sonrisa especial, una seguridad infinita. Confieren seguridad a los que los rodean. Por ejemplo si sufren un accidente de tráfico es probable que a sus acompañantes no les ocurra nada porque han sido protegidos por el “Evú” del brujo. Sin embargo el brujo es muy delicado. Una caída en una mala postura puede matarlo. Las enfermedades que padece son indetectables para la medicina occidental. En realidad a una persona con “Evú” sólo puede curarla un brujo. El “Evú” para unos radica en el abdomen. Para otros en el tórax. Otros señalan al feto. Cuando uno de estos poseedores tiene un contratiempo sólo posee como remedios el sueño, los huevos y la sangre. Bien, entonces resulta que el “Evú” es algo parecido al vampirismo y al culto a la sangre. Pues sí me contestan: viven de noche, se alimentan de sangre y son muy susceptibles a cosas pequeñas. Lo mismo ocurría a los vampiros que no podían soportar la luz del día. Y también tiene una función social: el éxito mundano conlleva, en realidad, una extrema debilidad. Además es una forma de acercarse a los lados oscuros del ser humano. Entonces me imagino, en improvisado carrusel, una serie de imágines: los zombís haitianos, el mito de Drácula, los demonios del inframundo. Y claro, por el consumo de sangre se llega a una cierta concepción canibalismo. Es entonces cuando siento algo de miedo y recuerdo la advertencia del policía del Consulado: “cuidado que ese camino es muy peligroso”.