William Hamilton (Evanston, Illinois, 1924) fue uno de los
teólogos con respuestas contundentes, desde el polémico movimiento
de la teología de la muerte de Dios, del que fue un representante
destacado (junto a Thomas Altizer, Paul van Buren y Gabriel
Vahanian). Con el primero firmó un libro de éxito: Teología
radical y la muerte de Dios, en 1966. Cuatro años antes había
publicado en solitario La nueva esencia del cristianismo,
obra también traducida tempranamente al castellano, primera de una
decena de obras filosóficas o teológicas. Hamilton falleció a los
87 años.
De la difusión de este movimiento da idea un sonado artículo de
portada en Time Magazine, hace más de cuarenta años. Contó
Hamilton que dos amigos suyos —un episcopaliano y un católico—
murieron por la explosión de una bomba, en tanto que un tercero —que
era ateo— resultó ileso. Se preguntó por qué sufren los
inocentes y si Dios interviene en las vidas de las personas.
Respondía: “Decir que Dios ha muerto es decir que ha dejado de
existir como ser trascendental y se ha vuelto inmanente al mundo.
Decía que era necesario aceptar que Dios se ha ido.
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