La Iglesia de San Bernabé (1594-1595) fue una de las obras promovidas por Felipe II (r. 1556-1598) dentro del plan de adecuación y ordenación urbanística del núcleo urbano de El Escorial.
Se trataba de que la pequeña aldea escurialense, en cuyo término fue fundado el monasterio, tuviese las infraestructuras necesarias para dar servicio a los cortesanos y al personal vinculado con la Real Fundación.
El templo se levantó en un tiempo récord, en apenas dos años. Fue inaugurado el 21 de septiembre de 1595 por el obispo de Segovia, de cuya comunidad de villa y tierra dependía en aquel entonces El Escorial.
Por su periodo de construcción (diez años después de que se dieran por finalizadas oficialmente las obras del Monasterio de El Escorial), por su ubicación geográfica (en el corazón mismo del Real Sitio) y por su autoría (se debe al arquitecto Francisco de Mora, discípulo de Juan de Herrera), ejemplifica, como ningún otro edificio, los planteamientos esenciales del estilo herreriano.
A saber: rigor geométrico, relación matemática entre los distintos elementos arquitectónicos, volúmenes limpios, predominio del muro sobre el vano y ausencia casi total de ornamentación. Todos estos rasgos están presentes en estado puro tanto en el exterior como en el interior de la iglesia, que ha llegado hasta nosotros tal y como Francisco de Mora la concibió, sin grandes transformaciones posteriores.
Interior
El templo es de planta rectangular. Se estructura en una única nave, curiosamente sin crucero, que se cubre con bóveda de cañón, reforzada con arcos fajones.
La sensación de túnel que provoca este tipo de cubierta se corrige mediante una galería de arcos de medio punto a cada lado, en cuya parte superior se abren vanos que permiten la entrada de la luz natural, mientras que en la inferior hay alojadas varias capillas.
Con idéntico propósito, Mora situó el altar mayor en un nivel más elevado, cubriéndolo igualmente con una bóveda de cañón, pero de menores dimensiones que la del cuerpo principal. Se crea así un efecto de profundidad y, al mismo tiempo, de cierre.
Esta parte está presidida por un retablo de factura clasicista, obra del propio arquitecto, donde se exhibe una pintura de Juan Gómez, que aborda el martirio de San Bernabé, lapidado hacia el año 70 en la ciudad de Salamina, según la tradición católica.
Exterior
En cuanto al exterior, la fachada principal destaca por su absoluta sobriedad, con una sencilla portada adintelada y un vano rectangular. Su elemento más singular es un tejadillo de pizarra, sobre el que se dispone, en un plano diferente, un frontón triangular, coronado con un pequeño pináculo, en el que descansa una esfera.
Está custodiada por dos torres laterales, que se rematan con los típicos chapiteles escurialenses, que dan algo de verticalidad al conjunto, principalmente gracias a la esbeltez que se deriva de la configuración de los tejados a seis aguas.
No hay prácticamente motivos decorativos, con excepción de diferentes bolas, colocadas en los contrafuertes situados a los lados del edificio, en la punta de los chapiteles y, como ya se ha señalado, también en el frontón de la fachada.
Como mandan los cánones herrerianos, la fábrica es enteramente sillería de granito, con la salvedad de la piedra de pizarra que da forma a los tejados.
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