CARGA DE LA CABALLERÍA PESADA TEMPLARIA

CARGA DE LA CABALLERÍA PESADA TEMPLARIA

sábado, 30 de agosto de 2014

ESGRIMA ESPAÑOLA Y ESGRIMA ITALIANA


La  pregunta lógica, entonces, es ¿cómo era la Esgrima Vulgar? Los tratados de Destreza Verdadera describen con detalle las técnicas (denominadas tretas) de la Esgrima Común, y hacen constante referencia a ellas como al adversario a batir. Nos hemos  centrado en estudiar estas tretas con el fin de reconstruir en la medida de lo posible la Esgrima Común tal y como se practicaba en España a finales del XVI y en el XVII. Las conclusiones que se han ido obteniendo nos conducen a inferir que la Esgrima Común española era, en sus principios fundamentales, la misma que la practicada en toda Europa y en su ejecución muy parecida a la escuela italiana de la misma época. Presenta, lógicamente, características propias, así como diferencias formales y de planteamiento, sobre todo táctico, además de un cierto número de tretas que no hemos visto, hasta el momento, en manuales de la escuela italiana contemporánea. Pero en lo esencial, como se ha dicho, se ajusta a los mismos fundamentos y principios. ¿Se trata, entonces, de una derivación de la escuela italiana? No. La incuestionable existencia de una tradición formal de esgrima española propia que alcanza hasta el s. XV parece indicar más bien que ambas escuelas comparten una génesis común y que a lo largo del tiempo se influencian mutuamente. 

viernes, 29 de agosto de 2014

LA DESTREZA VERDADERA


En 1582 Don Jerónimo de Carranza, un cultivado noble andaluz,  hábil esgrimista, publica en su libro "De la Philosophia de las Armas..." un nuevo sistema para el combate con espadas desarrollado por él mismo. Este sistema, absolutamente novedoso, práctico y eficaz utilizaba la geometría y las matemáticas como vehículo para explicar los conceptos propios de la esgrima con una exactitud y precisión impresionantes, y se autoproclamaba, en virtud de de su naturaleza racional, universal y absoluto. A partir de entonces, lentamente al principio pero cada vez más rápido después, este sistema que él denominó La Destreza Verdadera, fue ganando adeptos y extendiéndose ampliamente, sobre todo gracias a la actividad de uno de sus discípulos, Don Luis Pacheco de Narváez. Tal fue su repercusión que en el extranjero incluso llegó identificarse a la Escuela española de esgrima con la Destreza, exclusivamente.

jueves, 28 de agosto de 2014

ARMAS MAPUCHES

Las armas usadas por los mapuches eran: la flecha, la lanza, la maza, el laque o boleadora y la honda.

La flecha era de una quila de más de medio metro de largo, reforzada con una punta de hueso o de piedra bien afilada; la disparaban con toda la fuerza que podía dar un arco de madera atado en sus extremos con un correón. Servía más para la caza que para la guerra. La lanza estaba formada por un coligüe de unos cuatro o cinco metros de largo y su punta reforzada como la de la flecha.
La maza, llamada también macana, consistía en un trozo de madera dura y pesada, siendo su extremo inferior más abultado, con el que se golpeaba al enemigo.
El laque o boleadora se componía de tres cuerdas que llevaban atada una bola de madera en sus cabos; se usaba en la persecución de los fugitivos para enredarlos de las extremidades y hacerlos caer.
Fueron los mapuches el pueblo más valiente de Sudamérica: no se sometieron jamás a la dominación de los incas ni a la de los españoles.
Desde niños eran adiestrados para la guerra en ejercicios corporales.
Cuando alguna tribu tenía un ultraje que vengar, concertaban sus temidos malones, que consistían en un ataque sorpresivo al enemigo, sobre el que caían devastando sus propiedades, robando sus provisiones, ganados y hasta sus mujeres.
En la defensa común, la convocatoria de guerra se anunciaba haciendo "correr la flecha". El cacique de la tribu que la acordaba enviaba un emisario, con una flecha ensangrentada con sangre de guanaco, al de la tribu más próxima y éste a su vez a la siguiente, y así sucesivamente hasta llegar al último. La guerra la hacían en medio de una gritería infernal, modalidad llamada chivateo.

LA ESPADA TIZONA


La historia de la  Tizona es bastante dudosa.  La primera referencia al arma aparece en el Cantar del Mío Cid, compuesto un siglo después de la muerte del guerrero. Allí la llaman «Tizón», y se supone que el Cid la consigue tras derrotar en Valencia al «Rey Bucar de Marruecos» (del que no hay constancia histórica alguna) para después entregársela a los infantes de Carrión (que tampoco existieron) por su boda con sus hijas, doña Elvira y doña Sol (en realidad las hijas del Cid se llamaban María y Cristina).
Fue comprada en el 2007 por la Junta de Castilla y León por un millón y medio de euros.  Según los peritos, se trata de una falsificación forjada en los años de los Reyes Católicos como una espada ceremonial, no como un arma de combate. Es posible que utilizasen fragmentos de una hoja anterior, del siglo XI, pero casi con total seguridad, dicen los expertos, se trata de una falsificación del siglo XV.
Fue declara  en el 2002 «bien de interés cultural» con un real decreto. Y contra el criterio de los expertos, la Junta pagó a su propietario, el marqués de Falces, un millón y medio de euros. Una sentencia condenó al marqués a entregar la mitad de ese dinero a los herederos de su tío, el anterior marqués, que entregó todas sus propiedades al morir a un matrimonio asturiano que cuidaba de él. 

domingo, 10 de agosto de 2014

EL BARRIO ÁRABE DE SANTIAGO DE CHILE. LA DIÁSPORA DE ÁRABES CRISTIANOS

                BARRIO ÁRABE DE SANTIAGO DE CHILE
A fines del siglo XIX la desestabilización del Imperio Otomano llevó a miles de árabes de fe cristiana originarios de Palestina, Siria y el Líbano a partir como inmigrantes al continente americano, estableciéndose mayoritariamente en Estados Unidos y el resto en los países latinoamericanos.
El flujo migratorio árabe a Chile no fue de gran magnitud. Se calcula que el total de árabes que llegó a asentarse al país fluctuó entre 8 mil y 10 mil personas, de los cuales alrededor de un 50 por ciento era de origen palestino, un 30 por ciento sirio y el 20 por ciento restante libanés. El itinerario de la cadena migratoria árabe se iniciaba en los puertos de Beirut, Haifa y Alejandría, pasando por Marsella o Génova hasta llegar a Buenos Aires, desde donde continuaban su viaje cruzando la cordillera a lomo de mula o en el tren trasandino.
Siguiendo una tradición generalizada de los pueblos de donde provenían, los inmigrantes árabes se dedicaron con preferencia al comercio. En un principio ejercieron el comercio itinerante, recorriendo el país cargados con mercaderías, que ofrecían en las calles, luchando por darse a entender a media lengua. A poco andar los inmigrantes dominaron el idioma del comercio y comenzaron a ubicarse definitivamente en tiendas localizadas en las calles comerciales de los pueblos y ciudades del país. El progreso económico les permitió a numerosos miembros de la colonia árabe aprovechar las oportunidades que ofrecía la industrialización, incursionando con éxito en la industria textil y, posteriormente, en la banca, la agricultura y la minería.
A pesar del progreso económico de los comerciantes e industriales de origen árabe su inserción en la sociedad chilena fue difícil. Estos debieron soportar la discriminación y rechazo de una parte de la sociedad chilena, la que se prolongó a sus hijos y, en menor medida, a sus nietos. Esta discriminación -determinada por prejuicios socioculturales, económicos y raciales- fue denominarlos despectivamente "turcos", actitud que hería su susceptibilidad, porque los identificaba con sus opresores en su tierra madre.
Empero, en la segunda mitad del siglo XX las nuevas generaciones, mayoritariamente chilenos de origen árabe, se integraron a la sociedad chilena, especialmente por el desplazamiento de éstos hacia las profesiones liberales, la política y las expresiones artísticas y culturales. Sin embargo, también se mantuvo un apego a la cultura árabe en Chile, con el desarrollo de restaurantes de comida árabe, espacios de sociabilidad como el barrio Patronato en Santiago y los clubes árabes diseminados por las ciudades de Chile.