Cada
fang tiene una señal que le indicará cuando llegará la muerte.
Son hechos de la vida diaria, como el canto de un ave, una
peculiaridad en la lluvia, los ruidos de la noche, etc. La madre
revela este signo cuando es todavía un niño en crecimiento. Lo
esperará día tras día. Al final aparece. Puede no hacerlo con un
hecho real sino en sueños. Es el momento de iniciar el camino de la
muerte. Primero bendice a sus familias y se despide de todos. Luego
reparte sus bienes. Entonces, cuando de verdad ha muerto, acude
todo el pueblo y comienzan los rituales, que pueden durar entre
cuatro días y una semana. La ceremonia tradicional se realiza junto
a la casa del difunto, a la que acude toda la familia para rendir el
último gran homenaje, se convoca a los bateles (grupos de dos o tres
músicos autóctonos) que son los encargados de la música y danza
durante toda la noche, hasta el amanecer. Junto a ellos, baila
también el ndong-mbá, (una figura un tanto lúdica cubierta de
hojas de palmera).
Conservan
los cráneos y los huesos más largos de sus antepasados. En en
primer lugar el padre y madre, seguidos de los tíos. Utilizan una
especie de relicario llamado “Nsok, Nsok Halan o Ngon”. Se
construyen en madera y a veces con piel y en algunos se aplican
trozos de metal. Los grandes se llaman “Niamodo" y tienen figuras
pintadas y un tamaño ente 80 a 100 centímetros (aproximadamente 3
pies). Cuando la familia poseía sólo un cráneo, era tradición que
en ese caso lo guardasen en otra casa familiar, porque creen que para
estar en armonía deben estar acompañados de otros cráneos.
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