La sociedad secreta Ngil existió hasta el final del siglo XIX. Para pertenecer a ella era necesario realizar una ordalía o ceremonia de iniciación consistente en pasar, arrastrándose sobre el suelo, sobre fosas desde las que otros miembros intentaban herirlos con lanzas y diversos utensilios.
La sociedad actuaba por la noche. Irrumpía en los poblados y destruía las viviendas de personas consideradas como delincuentes. Se trataba de un grupo numeroso con antorchas. El líder del grupo hablaba con voz grave y dirigía a los demás. Las máscaras eran característicamente blanquecina y con forma alargada simulando un corazón. Oficialmente no existe en la actualidad, aunque se desconoce si puede actuar clandestinamente en determinadas circunstancias.
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