La
ciudad de Guadalajara tiene una clara huella judía. Había sido un
asentamiento íbero, de nombre “Arriaca”,
similar a la palabra vascuence “Arriaka",
río de piedras o camino de piedras ( “harri”
significa
piedra en vascón). No olvidemos que el idioma vasco no es otra cosa
que una variante del idioma de los íberos, los que nos transmitieron
su sangre bereber. La ciudad se situaba
entre dos barrancos: el del Alamín y el Coquín. Estos nombres se
prodigan en la ciudad. Posteriormente se volvió
a la denominación , en árabe, de "río de las piedras", a su vez
castellanizada, a posteriori, como Guadalajara. A
las comunidades judías se les encomendó la administración y
defensa de la plaza, mientras el ejército árabe continuaba su
conquista rumbo al norte.
En
el 1133(ya en poder de los cristianos) se concede a la ciudad el llamado “Fuero Corto” que
favoreció la convivencia entre mudéjares, judíos y cristianos. En
1219 se les concedió el llamado “Fuero Largo”, que perfeccionaba
el anterior. La familia Mendoza, propietaria del castillo de Torija,
fue porotectora de la comunidad judía.
Dentro
de la ciudad, la judería parece que ocupó el barrio hoy comprendido
entre las calles Ingeniero Mariño, limitando con las murallas sobre
el barranco del Alamín, Dr. Benito Hernando al sur que la separaría
de la aljama mudéjar y la calle Miguel Fluiters. Hoy en día existe
la calle “De la Sinagoga”. Existieron cuatro sinagogas en la
ciudad.
Pero
sería finalmente el Edicto de Expulsión dado por los Reyes
Católicos en 1492 el que propició que prácticamente todos los
judíos no conversos de Guadalajara se tuvieran que marchar,
dirigiendo sus pasos hacia Argel, Marrakech y el norte de África.
La
obra más importante, en la que colaboraron, judíos de Guadalajara
fue el Libro del Esplendor o Zohar, es
una guía práctica para llevar a cabo acciones internas, con el
propósito de descubrir estados de percepción y de sensación más
profundos y más elevados. Por cierto, puede descargarse en PDF.
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