Hace muchos miles de años, en los albores de la humanidad, una brecha se abrió a través del tiempo y el espacio que conectó a la Tierra con un universo paralelo, un mundo llamado Nibiru. Los seres de ese mundo eran mucho más avanzados que los humanos y enseñaron a los primeros hombres sobre la música, la magia y la ciencia. Al pasar el tiempo, la humanidad avanzó enormemente. Numerosas grandes civilizaciones, tan desarrolladas como aquellas en Nibiru, se extendieron a lo largo y ancho del planeta, y durante miles de años ambos mundos vivieron mayormente en paz. Muchos seres de Nibiru residían junto a los seres humanos en la Tierra, así como numerosos hombres hicieron su vida en Nibiru. Los Guerreros del Zodiaco, doce antiguas energías místicas, se encargaban de mantener el orden y el equilibrio en ambos mundos. Un ser extremadamente poderoso llamado el Serpentarius, los lideraba.
Sin embargo, el Serpentarius llegó a odiar a los seres humanos y, desafiando el consejo de otros espíritus ancestrales de Nibiru ordenó la destrucción de varias ciudades humanas importantes. El guerrero de Géminis se rebeló contra el Serpentarius, quien sin embargo fue capaz de derrotarlo. Pero sorpresivamente, por primera vez, el alma del guerrero de Géminis no reencarnó en un ser de Nibiru sino en un niño humano. Enfurecido por esto, el Serpentarius ordenó el asesinato del niño y la erradicación absoluta de la raza humana. Fue entonces que se desató una guerra apocalíptica en la que Serpentarius, los Guerreros del Zodiaco y sus aliados lucharon contra los humanos y otros seres de Nibiru que se alinearon con ellos. La muerte y destrucción en ambos mundos fue insondable. Sin embargo, en el séptimo día Serpentarius desapareció misteriosamente, dejando como único vestigio de su existencia al Ojo de la Serpiente, un objeto que formó parte de la armadura envestida por el Serpentarius, y del cual se dice que es una fuente de enorme poder.
Sin su líder, los Guerreros del Zodiaco restantes fueron derrotados rápidamente. Sus almas fueron purificadas y todas se esparcieron por la Tierra, reencarnando en once de los pocos humanos supervivientes. Los antiguos espíritus de Nibiru confiaron el Ojo de la Serpiente al niño Géminis y cerraron la brecha que conectaba a la tierra con Nibiru, profetizando que cuando llegue el momento, un nuevo y benevolente Serpentarius se levantará de nuevo para traer equilibrio a ambos mundos.
La vara de Asclepio también representa a la constelación Ofiuco (Ophiuchus Serpentarius), decimotercer signo del zodíaco, para algunos
La vara de Asclepio también representa a la constelación Ofiuco (Ophiuchus Serpentarius), decimotercer signo del zodíaco, para algunos
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