El monasterio de Santa María de Arrasul.
En las excavaciones realizadas en suelo de la iglesia del
emblemático monasterio de San Pedro de Siresa, bajo la dirección de
Rafael Puertas Tricas, en el verano de 1991, afloraron las paredes del
primitivo templo prerrománico, aquel que fue fundado en 833 por el conde
Galindo I. Desde entonces los hallazgos en el Viejo Aragón han sido
constantes: Cristo románico de un descendimiento, en la misma iglesia:
el monasterio de San Pelay de Gavín; el de San Juan de Matidero, etc Y
últimamente la enorme nave del hospital de Secotor, en el término de
Sallent, tantas veces citado por el P. Martón, que se encuentra
actualmente en periodo de excavación.
Uno de los que podríamos denominar hallazgos menores, ha sido el del
antiguo monasterio de Santa María de Arrasul, que se ha podido localizar
gracias a la pervivencia del topónimo Pardina de Arrasul/Rasul,
en el valle de Acumuer, a la vista de Larrés e Isín, del que ya dio
noticia hace unos años el profesor Agustín Sanmiguel, aunque en aquel
momento tuvo poco eco, debido a que se le había concedido traslado a
este investigador a otra zona de Aragón. Ahora ha sido de nuevo Federico
Díez el que ha vuelto a insistir; presentando a los medios habituales
lo que aparentemente queda: la modesta iglesia de aquel monasterio.
La documentación de San Juan de la Peña da puntual noticia de este
pequeño cenobio de fundación particular, y por ella sabemos que
pertenecía a la familia del señor Jimeno Sanchones de Sabiñánigo a
principios del siglo XII, y que su hija Lupa lo entregó con todos sus
bienes, reservándose seguramente el usufructo, al de la Peña en 1105.
Once años mas tarde fue entregado definitivamente por Fortun a una
pariente llamada Urraca. En 1620, el Abad Briz, cita a Santa María de
Arrasul, en su obra Historia de la fundación y Antigüedades de San Juan
de la Peña, como antiguo monasterio dependiente del mismo.
El edificio existente consta de una pequeña nave trapezoidal, de algo
más de 7 m. de largo en el lado sur en medida interior, por una anchura
que oscila entre 4,70 m., al este, y 5,24 m. al oeste. Una cabecera,
cuadrada al menos al interior, de más de 3 m. de anchura en la
embocadura, y una profundidad de 1,75-1,78 m. se abre al este. La puerta
se ubica en el muro de poniente, pero su anchura original resulta de
momento difícil de determinar, porque la jamba izquierda, a 1,41 m. de
la opuesta, parece haber perdido los sillares limitantes. El grosor de
los muros de la nave es de unos 90 cm.; no habiendo sido posible
determinar el de la cabecera, debido a que se encuentra sin excavar por
la parte exterior.
El aparejo, de piedra bien cuadrada, trabajada a cincel grueso y
puntero, dispuesto a soga, y a veces con varios sillares en tizón
seguidos, y trabada pobremente con mortero de cal, presenta hiladas
anchas, más visibles en el muro oeste, alguna de las cuales Uega a los
30 cm. Esperemos que una excavación metódica deje al descubierto la
totalidad de los muros, en los que la altura conservada sobrepasa el
metro, lo que despejaría algunas incógnitas a las que voy a referirme
después.
Sin embargo el edificio presenta dos etapas constructivas: la que
corresponde a la nave y al no visible exterior del ábside, y la de los
paramentos que define la cabecera por la parte interior, que
evidentemente fue reformado más tarde. Si se observa con detalle el
ángulo noroeste de la nave, por el lado este, se descubrirá como la
primitiva embocadura fue transformada, engrosando los muros norte y sur,
para dotar, seguramente, a este espacio, de una bóveda. La
imposibilidad actual de conocer la forma exterior de los muros, para
comprobar si la primitiva cabecera era o no cuadrilátera, impide a todas
las luces establecer una hipótesis fiable. ¡Esperemos que no se le
ocurra a ningún salvaje meter una pala excavadora, como se hizo en San
Pelay de Gavín; que destroce parte de esta reliquia, y que impida la
posibilidad de una restauración!
Si la planimetría puede presentar algunas concomitancias con otras
iglesias del primitivo territorio de Aragón con cabecera cuadrada, como
la cercana ermita de Espirilla, la del Corral de Calvo, o las de
Espierre y Yosa, el aparejo plantea una nueva concepción, que nos lleva a
otros edificios, como la torre de Samitier, ¡que evidentemente existe!,
en la pardina del mismo nombre, cerca de Bailo, o la iglesia del
despoblado de Buradón, en el antiguo reino de Pamplona, cuyos muros
tienen la misma proporción de grosor en relación al espacio, y cuya
planta de nave es casi idéntica; aunque, repito, mientras no se lleve a
cabo la más que necesaria excavación, sobre todo en la zona oriental, no
existirá una respuesta a todos estos interrogantes. Quizá en un futuro
no muy lejano, la fortuna nos depare el hallazgo de la primitiva fábrica
del monasterio de Cercito, muy cerca de Santa María de Arrasul, que sin
duda podría arrojar un poco más de luz sobre los orígenes de la
arquitectura en condado de Aragón. En cualquier caso, la construcción
primitiva de Arrasul es quizá un punto de confluencia entre los modos de
hacer de los canteros occidentales, y los que podríamos llamar de la
Cerretania; si bien, más cercano a los primeros.
Esta iglesia responde enteramente a la planimetría y proporcionalidad
prerrománica, pero su construcción, a juzgar por algunos detalles del
aparejo se realizó ya en el siglo XI.
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