Nuestra división del día en horas se remonta a la época babilónica. Fue este pueblo el que comenzó a utilizar el sistema sexagesimal, dividiendo la esfera celeste en 360 grados y cada grado en 60 minutos. El día lo dividieron en 12 horas dobles: 12 horas de día-luz y 12 horas de noches. Eran horas temporales, es decir que el periodo de luz diurna lo dividían en 12 horas. Cuando los días son más largos, sus horas también. Y por la noche sucede lo mismo. Cada hora a su vez constaba de 60 minutos. Este sistema de horas temporales estuvo en vigor hasta que los relojes mecánicos fueron lo suficientemente precisos (siglo XIV) para cambiar a horas constantes. En Japón estuvieron presentes hasta el siglo XIX.
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