«Si se promueve la lectio divina con eficacia,
estoy convencido de que producirá una nueva primavera espiritual en la Iglesia…
La lectura asidua de la Sagrada Escritura acompañada por la oración permite ese
íntimo diálogo en el que, a través de la lectura, se escucha a Dios que habla, y
a través de la oración, se le responde con una confiada apertura del corazón… No
hay que olvidar nunca que la Palabra de Dios es lámpara para nuestros pasos y
luz en nuestro camino»
Benedicto XVI, 16 septiembre 2005
La Lectio divina tiene su origen en la lectura y meditación de las Escrituras en las sinagogas judias.
El nombre de lectio divina se encuentra por primera vez en los escritos de S.
Ambrosio, quien afirma que Jesús nos enseña que “debemos nutrirnos del Verbo
celeste con la ‘lectio divina’
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