El gran cisma, dividió a la cristiandad durante 39 años. Desde 1378 hasta 1409 hubo 2 Papas: el de Roma y el de Aviñón; después, tres: el de Roma, el de Aviñón, y el de Pisa.
El Gran Cisma de Occidente, además de disminuir la autoridad ya harto menguada del Pontificado, rompe la mitad de la Iglesia Católica. Los fieles vivieron 39 años sin saber quien era el verdadero Vicario de Cristo. El descrédito del Papado aumentó el poder de las Iglesias nacionales, del mismo modo que la debilitación de la idea monárquica pontificia produjo el triunfo de la idea conciliar en el gobierno de la Iglesia, al que se pretenderá dar, más que una forma republicana, una monarquía de tipo constitucional y federal.
Causas del Cisma de Occidente
Se debió principalmente a la rivalidad entre los cardenales franceses y los italianos; cada partido quería un Papa de su respectiva nación. Así se llegó a establecer el doble papado, uno en Roma y otro en Aviñón, opuestos entre si, que dividieron la cristiandad, ocasionando un profundo descontento en la Iglesia.
Origen del Cisma
A la muerte de Gregorio XI, se reunieron los cardenales residentes en Roma sin esperar a los ausentes; eran 11 franceses, 4 italianos y un español, Pedro de Luna. El pueblo romano se reunió en la plaza vaticana pidiendo un Papa romano. En la mañana del 8 de abril, los cardenales eligieron un italiano, que tomó el nombre de Urbano VI. Diez días después los cardenales asistieron a la coronación y prestaron obediencia al nuevo Papa. Muy pronto el carácter intemperante de Urbano VI con los cardenales, el disgusto de muchos de estos porque el Papa no quería volver a Aviñón y los apremiantes requerimientos del rey de Francia crearon una situación peligrosa que terminó en cisma.
Un grupo de cardenales franceses se alejó de Roma cuatro meses más tarde y publicó un manifiesto proclamando inválida la elección de Urbano VI por falta de libertad; luego procedió a la elección de un nuevo Papa, que tomó el nombre de Clemente VII, el cual fijó su residencia en Aviñón.
Desarrollo del Cisma
Al ocurrir la muerte de Urbano VI, los cardenales de Roma eligieron sucesivamente a Bonifacio IX (1389-1404), a Inocencio VII (1404-1406) y a Gregorio XII (1406-1415). Los cardenales de Aviñón hicieron lo mismo a la muerte de Clemente VII, eligiendo a Pedro de Luna, que tomó el nombre de Benedicto XIII. A pesar de haberse comprometido a renunciar, si fuera necesario, para poner término al cisma, no cumplió su palabra cuando llegó el caso. Por el contrario, mejores deseos manifestaron los Papas legítimos.
Los serios perjuicios causados por el cisma a la Iglesia, movieron a muchos a ponerle fin. La Universidad de París propuso tres procedimientos: 1°) la abdicación de los dos Papas; 2°) La reunión de un concilio para decidir autoritariamente; 3°) un compromiso entre todos para someterse a la decisión de un árbitro. Prevaleció el segundo. La mayor parte de los cardenales de Gregorio XII y Benedicto XIII convinieron contra la voluntad de ambos, celebrar un concilio en Pisa en 1409. A él asistieron 34 cardenales y numerosos obispos y teólogos y embajadores de las naciones. La celebración se basaba erróneamente en el principio de la superioridad del concilio sobre el Papa, teoría muy extendida entonces. El concilio de Pisa fue contraproducente, pues depuso a dos Papas y eligió uno nuevo, Alejandro V, a quien luego sucedió Juan XXIII, con lo que hubo tres Papas.
Fin del Cisma
El anhelo de la cristiandad de acabar con el cisma, se logró en el concilio de Costanza, al que dio todo su apoyo el emperador Segismundo. Se llegó a obtener primero la renuncia de Juan XXIII y luego se le obligó a mantenerla, y también renunció Gregorio XII, después de reconocer al concilio. Sólo el Papa Luna se negó a abdicar, por lo que fue depuesto, retirándose, al verse abandonado de casi todos, a la fortaleza de Peñíscola en España.
Entonces (11 de noviembre) se eligió a Martín V (1417-1431) a quien reconocieron todas las naciones de la cristiandad. El nuevo Papa se propuso juntamente con el Concilio, la reforma de la Iglesia, pero el asunto se estancó por causa del conflicto surgido entre el Papa y los que sostenían la superioridad del Concilio. Más afortunado fue Martín V en la empresa de imponer su autoridad y pacificar a Roma y a los Estados Pontificios, para lo cual se rodeó de buenos colaboradores, como Capranica y Cesarini.
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