Los buenos hombres y las buenas mujeres, como les gustaba ser nombrados a los "perfectos", acostumbraban a utilizar algunas cuevas que encontraban por el camino para poder pasar la noche o protegerse de las inclemencias del tiempo. En algunas ocasiones, debido a la escarpada orografía del terreno, les había servido como refugio ante las frecuentes persecuciones inquisitoriales. Hoy día pueden visitarse muchas cuevas cátaras en el sur de Francia.
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