PEDRO WALDO Y LOS VALDENSES El movimiento evangélico de la Edad Media recibió un valioso refuerzo con la conversión de Pedro Waldo debido, a la impresión que le produjo la muerte repentina de un amigo con el cual estaba conversando. Dicho incidente hizo que este rico comerciante, dejando sus negocios, pensara solo en la salvación de su alma.
Un sacerdote a quien preguntó sobre el asunto le respondió que había varias maneras de salvar el alma, pero que la más segura era poner en práctica las palabras de Jesús al joven rico: -Si quieres ser perfecto, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres. Se cree que el cura lo dijo con ironía, por que Waldo era un hombre muy rico; pero éste, que estaba decidido a conseguir la salvación a todo coste, lo cumplió al pie de la letra. Su gran acierto fue que, en lugar de ir a profesar el voto de pobreza en un convento, resolvió deshacerse de sus bienes, empleándolos él mismo para beneficio de los pobres y la extensión del Reino de Dios.
Consideró que era una obra muy buena a los ojos de Dios el mandar traducir y poner en manos del pueblo las Sagradas Escrituras. Hizo escribir a mano muchas copias que eran llevadas por cristianos fieles de un pueblo a otro.
El clero empezó a mirar con recelo a aquellos hombres humildes que, de dos en dos, descalzos y pobremente vestidos, con el volumen sagrado en la mano, iban predicando la Palabra de Dios, y el arzobispo Guichard les prohibió predicar.
Pedro Waldo apeló al papa esperando que su justa causa sería reconocida, y compadeció con uno de sus colaboradores ante el Concilio de Letrán en marzo del año 1179, El papa los trató amablemente pensando que los pobres de Lyon, como les llamaban, permanecerían dentro de la Iglesia Católica, quedando convertidos en una orden monástica y, según testimonios que tenemos de sus jueces, los hallaron muy piadosos y austeros en su modo de vivir, pero ignorantes -según ellos- e incapaces de predicar. Esto fue porque, en lugar de examinarlos sobre las Sagradas Escrituras y las doctrinas más claras y evidentes del Cristianismo, les interrogaron, en Lenguaje filosófico, sobre la Santísima Trinidad, las dos naturalezas de Cristo, y otras cosas que los Concilios habían tratado de resolver y establecer como dogmas. Vueltos a Lyon, resolvieron que debían predicar el Evangelio con sencillez, porque era menester obedecer a Dios antes que a los hombres, y se lanzaron a la obra, desafiando la persecución.
El edicto de excomunión que se extendió contra ellos en el año 1181 les obligó a salir de Lyon, lo que fue tan beneficioso para su causa de como lo había sido la primera persecución que sufrió la iglesia cristiana de Jerusalén, la cual obligó a los primeros cristianos a extenderse por todo el mundo conocido.
Pedro Waldo huyendo de las persecuciones llegó hasta la misma frontera de Rusia donde murió el año 1217 después de cincuenta y siete años de actividad.
Un sacerdote a quien preguntó sobre el asunto le respondió que había varias maneras de salvar el alma, pero que la más segura era poner en práctica las palabras de Jesús al joven rico: -Si quieres ser perfecto, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres. Se cree que el cura lo dijo con ironía, por que Waldo era un hombre muy rico; pero éste, que estaba decidido a conseguir la salvación a todo coste, lo cumplió al pie de la letra. Su gran acierto fue que, en lugar de ir a profesar el voto de pobreza en un convento, resolvió deshacerse de sus bienes, empleándolos él mismo para beneficio de los pobres y la extensión del Reino de Dios.
Consideró que era una obra muy buena a los ojos de Dios el mandar traducir y poner en manos del pueblo las Sagradas Escrituras. Hizo escribir a mano muchas copias que eran llevadas por cristianos fieles de un pueblo a otro.
El clero empezó a mirar con recelo a aquellos hombres humildes que, de dos en dos, descalzos y pobremente vestidos, con el volumen sagrado en la mano, iban predicando la Palabra de Dios, y el arzobispo Guichard les prohibió predicar.
Pedro Waldo apeló al papa esperando que su justa causa sería reconocida, y compadeció con uno de sus colaboradores ante el Concilio de Letrán en marzo del año 1179, El papa los trató amablemente pensando que los pobres de Lyon, como les llamaban, permanecerían dentro de la Iglesia Católica, quedando convertidos en una orden monástica y, según testimonios que tenemos de sus jueces, los hallaron muy piadosos y austeros en su modo de vivir, pero ignorantes -según ellos- e incapaces de predicar. Esto fue porque, en lugar de examinarlos sobre las Sagradas Escrituras y las doctrinas más claras y evidentes del Cristianismo, les interrogaron, en Lenguaje filosófico, sobre la Santísima Trinidad, las dos naturalezas de Cristo, y otras cosas que los Concilios habían tratado de resolver y establecer como dogmas. Vueltos a Lyon, resolvieron que debían predicar el Evangelio con sencillez, porque era menester obedecer a Dios antes que a los hombres, y se lanzaron a la obra, desafiando la persecución.
El edicto de excomunión que se extendió contra ellos en el año 1181 les obligó a salir de Lyon, lo que fue tan beneficioso para su causa de como lo había sido la primera persecución que sufrió la iglesia cristiana de Jerusalén, la cual obligó a los primeros cristianos a extenderse por todo el mundo conocido.
Pedro Waldo huyendo de las persecuciones llegó hasta la misma frontera de Rusia donde murió el año 1217 después de cincuenta y siete años de actividad.
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