Entre los 1560 y 15661, el rey encargó a una comisión de sabios, compuesta por arquitectos, geógrafos, geólogos, médicos y filósofos, que buscara en los alrededores de la capital del reino el lugar idóneo para su emplazamiento.
La elección del sitio fue fruto del estudio y de diversos motivos astrológicos y geológicos. Se escogió un lugar en las estribaciones de la sierra de Guadarrama y que, de acuerdo con algunas tradiciones anteriores, era llamado la “boca del infierno” o “la escoria de Guadarrama”.
En el pensamiento de aquellos hombres se creía que todo templo era un ser vivo, que evolucionaba a lo largo del tiempo y que, consiguientemente, tenía su momento de gestación, con sus propias influencias astrológicas.
Así, en este monasterio se procedió a colocar la primera piedra el 23 de abril de 1563 a las 11 de la mañana, y la primera piedra del templo el día 20 de agosto del mismo año, a las 6 en punto de la tarde. Esas fechas fueran elegidas para buscar el efecto positivo de los astros, en días en que tenían lugar una importante influencia de Saturno en su conjunción con Venus y Júpiter. Es decir, Saturno representante de la realidad material se alía con el arte -Venus- y con la abundancia -Júpiter-.
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