El acoso del
perro negro
perro negro
Uno de los momentos más dramáticos que afectaron a la construcción del monasterio fue cuando apareció un enorme y misterioso “perro negro”, que arrastraba cadenas y aullaba de modo que helaba la sangre de los que lo escuchaban, y deambulaba por las obras. Los más intrigantes afirmaban que “era indicio de los motines que en secreto iban urdiéndose contra el rey, que obtenía los fondos para su obra de una abusiva aleábala -impuesto- de diez a uno. que los gemidos del can eran los de los pobres del reino, y el rumor de cadenas, las que imponía a los humildes” No faltó quien considerase que aquel lebrel era el diablo, que quería impedir que se tapase la puerta de su guarida.
Según se cuenta, estaban los monjes en maitines, cuando los lejanos ladridos obligaron a detener los rezos. El espanto era evidente en sus rostros.
Fue en ese momento cuando el jefe de obras, fray Antonio de Villacastín. acompañado de otro fraile, fueron a buscar al origen de los rumores. Se trataba de un sabueso que se le había escapado al marqués de las Navas y andaba perdido. El fraile, “asiólo del collar con harto poco miedo, subiólo al claustro grande y colgólo de un antepecho, donde lo vieron a la mañana cuantos entraban a oír misa…” Y allí estuvo hasta que su esqueleto cimbreándose al viento debería convencer a todos de que ningún diablo acechaba. Sin embargo, fue peor, porque a partir de entonces cada vez que se escuchaba un aullido lastimero en la noche todos temblaban, pero ahora por el espectro del can. que según parece persiguió a Felipe II hasta el momento de su muerte, reclamándole para llevarle a aquel infierno que intentó tapar.
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